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30 noviembre 2021

Existen varios caracteres que al depender de un único gen se heredan de una forma muy predecible y por lo que podemos usarlos para determinar la consanguinidad entre padres e hijos. No es mi intención enseñar genética (estudio de la herencia) sino de daros unos conocimientos mínimos que sirven para entender cómo se heredan estos caracteres físicos que pueden servir como prueba de paternidad.

La mayoría de los caracteres monogenéticos (que dependen de un único gen) tienen una versión dominante y otra recesiva, de modo que la norma de herencia de estos caracteres es que, si los padres tienen la versión recesiva, los hijos también deben tener dicha versión. Mientras que, si uno de los padres o los dos tiene la versión dominante, los hijos pueden tener la dominante o la recesiva dependiendo del azar. Esto se va a ver patente en los siguientes ejemplos.

Hay muchos colores de cabello de más claros (recesivo) a más oscuros (dominante). La norma de herencia de este carácter es que los hijos deben tener un color de pelo menos o igual de oscuro que sus padres.

La línea frontal del pelo puede ser continua (recesivo) o tener un saliente frontal en el centro denominado «pico de viuda» (dominante). La norma es que, si ambos padres tienen la línea frontal del pelo continua, los hijos también deben tenerla así.

Los lóbulos de las orejas pueden estar pegados lateralmente a la mejilla (recesivo) o quedar sueltos (dominante). La norma es que, si los dos progenitores tienen los lóbulos adheridos, los hijos también deben tenerlos así.

Aunque es minoritario hay hombres con hipertricosis o crecimiento de pelos prominentes sobre la superficie y en el borde de la oreja. La norma que sigue este carácter es que si el padre (no la madre) tiene hipertricosis, sus hijos varones también.

Los ojos pueden tener una pigmentación azul (recesivo) o tener cualquier otro color (dominante). La norma es que, si los padres tienen los ojos azules, los hijos también los tienen azules.

El puente de la nariz puede ser alto y convexo (dominante) o derecho (recesivo). La norma es que, si ambos padres lo tienen recto, sus hijos también debe tenerlo así.

Las aletas de la nariz pueden ser anchas (dominante) o angostas (recesivo). La norma genética es que, si ambos progenitores las tienen angostas, sus hijos también.

Se pueden tener pecas (dominante) o no (recesivo). De manera que la norma es que, si los padres no tienen, los hijos tampoco.

Algunas personas poseen una depresión u hoyuelo en la barbilla o en las mejillas (dominante) y otras no (recesivo). La norma es que, si ninguno de los padres lo tienen, sus hijos tampoco.

Algunas personas tienen la capacidad de enrollar la lengua en forma de U cuando ésta se extiende fuera de la boca (dominante) y otros sólo pueden efectuar una leve curvatura hacia abajo cuando la lengua se extiende fuera de la boca (recesivo). La norma es que, si ninguno de los padres puede enrollar la lengua, los hijos tampoco podrán.

Al entrelazar los dedos de las manos el pulgar que esté enzima puede ser el derecho (recesivo) o el izquierdo (dominante). La norma es que, si ambos padres ponen enzima el derecho, sus hijos también tiene que hacerlo así.

Hay gente que presenta pelo en las segundas falanges de los dedos de las manos, aunque sólo haya algo de pelo en alguna de las diez falanges (dominante) otros tienen estas falanges totalmente hirsutas (recesivo). La norma es que, si ambos padres tienen estas falanges sin pelo alguno, sus hijos también.

Cuando se ven de lado, las uñas muestran una curvatura convexa (dominante) o se pueden ver derechas (recesivo). De modo que la norma es que, si ambos padres tienen las uñas rectas, sus hijos también.

El dedo índice de la mano puede ser más (dominante) o menos largo (recesivo) que el anular. La norma es que, si los padres lo tienen largo, sus hijos también.

Algunas personas pueden inclinar la coyuntura distal o final del pulgar hacia atrás a un ángulo mayor de 45 grados a esto se le denomina hiperextensibilidad del dedo pulgar o más vulgarmente «pulgar de ponero» (recesivo) mientras que a los que no pueden se les dice que tienen «dedo de autoestopista» (dominante). Esta capacidad puede manifestarse sólo en una de las manos, y la expresividad del rasgo es variable. La norma será entonces que, si ambos padres tienen “pulgar de ponero”, sus hijos también.

En algunas personas al colocar sobre una superficie las manos y relajarlas la última coyuntura del meñique se tuerce hacia el anular (dominante), mientras que en otras el meñique queda recto (recesivo). La norma es que, si ambos padres tienen el meñique recto, sus hijos también.

El dedo gordo del pie puede ser más corto (dominante) o más largo (recesivo) que el índice adyacente. La norma será que, si ambos padres tienen los dedos gordos de los pies más largos que los índices, los hijos también.

Por desgracia hay personas que sufren el tener los pies planos (recesivo) frente a los que los tienen arqueados (dominante). La norma es que, si ambos padres tienen los pies planos, sus hijos también los tendrán.


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30 noviembre 2021

Quizás en la antigüedad pudieron existir más de una raza de humanos, pero hoy en día solo existe una. Lo que llamamos “razas” son categorías que tienen más que ver con la cultura y la distribución geográfica que con una verdadera diferencia genética.

Todos los humanos actuales venimos de una pequeña población del este de África que nació hace sólo 100.000 años, un tiempo insuficiente para que se hayan podido formar grandes diferencias genéticas entre los grupos. De hecho, hay más diferencia genética entre dos grupos de gorilas que se encuentren a unos pocos kilómetros de separación o en un grupo social de 50 chimpancés que en toda la población humana. Por lo tanto, desde el punto de vista de un chimpancé todo humano pertenece a la misma familia, ya que entre este chimpancé y sus hermanos hay más diferencias genéticas.

Somos capaces de diferenciar de un vistazo a un africano, a un europeo y a un oriental. Pero si nos fijamos bien nos daremos cuenta de que esas diferencias superficiales como el color del pelo, de la piel, la forma de los ojos y la altura, tienen que ver con la adaptación al medio que nuestros antepasados sufrieron al poblar zonas extremas de nuestro planeta. Si nos fijamos bien, la gente que vive en climas parecidos tiene rasgos físicos similares independientemente del país o región. Por ejemplo, los grupos humanos africanos se parecen más a los indígenas australianos que a otros habitantes de África septentrional, del norte, donde el sol no es tan abrasador, y sin embargo están menos emparentados los primeros con los segundos que con los terceros.

Una pareja de color de piel intermedio entre blanco y negro, según su dotación genética, puede tener un hijo con una pigmentación en la piel blanca casi albina y otro con la pigmentación negra como el carbón, de modo que tendríamos entonces que clasificar a los dos hermanos en razas distintas, cosa que tiene tanto sentido como considerar de dos razas distintas a un rubio y a un moreno.

En las guerras territoriales de toda nuestra historia fue útil inventar el concepto de raza ya que podíamos diferenciar entre los conquistadores y los conquistados por caracteres físicos visibles. Aunque estos caracteres sean genéticamente tan válidos para diferenciar y clasificar individuos como los grupos sanguíneos, la posesión o no de vello en los nudillos, el tamaño del hígado, etc. Sin embargo, se seleccionaron para inventar razas los caracteres que eran más fácilmente de ver incluso de lejos.

Muchas corrientes ideológicas como el nazismo han hecho uso del concepto de raza para justificar su política. Incluso durante la guerra Franco-prusiana se decía que los franceses perdieron porque pertenecían a una raza inferior a la de los prusianos (hoy alemanes). Volviendo al nacismo, estos buscaban la pureza de la raza para mejorar la especie. Todos sabemos que la descendencia entre individuos que estén genéticamente muy cercanos es negativa como cuando se casan entre primos (de ahí que existan tabúes contra el incesto y la endogamia). La raza humana (la única que hay) mejora con el mestizaje, puesto que se diluyen los genes que causan enfermedades genéticas.